Si quieres miento para ser cortés pero, diga lo que
diga, ten claro que lo único que me apetece en este momento es hacerte el
amor.


jueves, 10 de septiembre de 2009

Continuación III

Llevaba metido en mi estudio, no sé si una, dos o tres horas. A mí, la verdad, es que se me hacían días. El café ya no me hacía efecto y nada, absolutamente nada de lo que había hablado con mi pequeña Caperucita me había servido de algo. Seguía totalmente en blanco y lo único que había podido escribir había sido un relato, pobre de metáforas e inconexo, sobre el día en que la conocí en el acantilado. Y bien sabe Dios que, desde entonces, no pude despegarla de mi mente (ni de mi piel, ni de mis ojos).

- ¿Crees que caerá otro diluvio universal?- preguntó Julia, entrando por la puerta del estudio con su bata de seda y un par de copas en la mano. Había estado tan enfrascado en escribir que no me había percatado de que fuera hacía un tiempo de perros. Llovía y el mar, que desde casa se veía como una maravillosa panorámica, estaba revuelto. Recordé el atardecer que, hacía pocos días, me había llevado a la playa a coincidir con mi criaturita y, sin querer, sonreí.
- No- dije- Dios le dijo a Noé que ya no iba a caer ningún diluvio universal más.
- ¿Ah, sí?- Julia se sentó en la mesa, ofreciéndome una de las copas y acariciándome suavemente con los dedos cuandos la cogí de su mano- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Lo pone en la Biblia.
- ¿Lees la Biblia, pecador?- dijo, soltando una risotada- Eso sí que es bueno.

Escuchaba, en los últimos tiempos, tan poco la risa de Julia, que cuando reía casi no reconocía el sonido saliendo de su garganta. Sabía que hacía ya años que no era feliz conmigo. Desde que el médico dijo que no podría tener hijos se encerró en sí misma, nos encerramos, se fueron al diablo todos nuestros sueños y lo peor es que sabía y sé que, aunque ella se esfuerce por aparentarlo, está tan triste y tan marchita por dentro que el interior de su menudo cuerpo engalanado con piel de esa que no aparenta su edad, debe ser tan oscuro que ha de dar miedo.

- Llevas metido aquí todo el día, Javier... ¿Qué pasa?
- Pasa que... que estoy en blanco, creo. Sí, eso es. En blanco. Blanco total.
- ¿Tu nueva protagonista no se deja escribir?
- Supongo...- me moría por contarle a alguien lo que la aparición de mi Caperucita había supuesto para mí, pero sabía que, aunque tenía esa confianza casi enfermiza con Julia, no debía contárselo. Aunque a ella no podía mentirla.
- Te tiene totalmente perturbado.
- No lo entiendes...
- Oh, Javier, sí que lo entiendo...- Julia sonrió, mirándome con ojos de gata. Abriendo las piernas sobre la mesa y rodeando mi cuerpo con ellas- He visto esa mirada antes, ¿sabes? Esos ojos de jade tuyos no engañan... Te estás ahogando, amor... Te estás ahogando en un mar peor que el de ahí fuera...- se aproximó a mí, sus rizos tocaron mi cara con fuerza, sus labios estaban cerca de los míos.

Siempre dije que, de siempre, Julia había sido de esas mujeres que son capaces de volver loco a cualquier hombre. Pero en el momento en que conocí a aquella mujer que jugaba a ser niña o que no quería ser mujer, me di cuenta de que Julia se quedaba corta si las comparaba. Yo me moría por tener, en esa misma mesa y en esa misma situación a mi Caperucita, no a ella. Y justo cuando Julia fue a besarme, me aparté.

- ¿Quieres que te deje ahogarte, Javier? Vas a sufrir y lo sabes. Esa niña... Es una niña, qué demonios.
- No necesito salvavidas, Julia- respondí, sabiendo que aunque me llevara a la más dura de las infelicidades, seguiría a Caperucita como el lobo viejo que era.
- ¿A dónde vas?- preguntó mi esposa, cuando me vio coger la chaqueta- Está cayendo una tormenta infernal ahí fuera.
- Al bar. No tardaré.

Fui a buscarla. Porque esa noche estaba convencido de que sí iba a estar en el bar y de que la encontraría.

2 comentarios:

  1. Y la encontró.
    Ella. SU caperucita. La chica que quería. Y a la que no paró de hacerle el amor en toda la noche.

    Insuperable.
    No sé si sentir pena por Julia.

    Un beso.

    Pd: No estaría mal que contestases a los emails...

    ResponderEliminar
  2. Ya puedes descargarte la revista, Javi.
    Te agradezco tu colaboración, espero que a la gente les guste tu relato tanto como a mí.

    Un beso.

    ResponderEliminar